martes, 14 de noviembre de 2017

De sidras por Gijón

Cualquier visita a Asturias debe incluir la degustación de sidra, bebida asturiana por excelencia. Eso sí, en su justa medida, ya que entra tan bien que es fácil pasarse de la raya. En casi todos los bares del Principado es posible probarla en alguna de sus múltiples marcas, aunque para los no muy habituados a escanciarla será complicado distinguir una marca de otra.


En esta ocasión, y como no podía ser menos, nuestra visita a Gijón incluyó el paso por varias sidrerías en busca del refrescante culín de sidra escanciado con todo el estilo de que somos capaces. Aquí os dejamos algunas de las que a nuestro entender merecen ser visitadas. No tienen porqué ser las mejores de la ciudad, simplemente son las que más nos gustan a nosotros.

-La Galana:

Somos animales de costumbres y en todos nuestros viajes a Gijón es aquí donde tomamos nuestra primera botella de sidra. 


Es un clásico gijonés, situada en la plaza del Ayuntamiento, siempre está repleta de gente, y en su restaurante se come bastante bien, aunque las raciones han ido disminuyendo de tamaño al tiempo que aumentaba su elaboración. Los camareros no acostumbran a ocupar las listas de los más amables de la ciudad. No obstante, suele estar siempre lleno. 

Plaza Mayor, 10.

-El Otru Mallu:

Descubrimos esta sidrería casi por casualidad y desde entonces es visita obligada. Se encuentra entre la estación de autobuses y el museo de ferrocadrril, y en sus paredes cuelgan diplomas que sus camareros han conseguido en concursos de escanciadores. 


En su barra ofrecen al cliente pinchines gratuitos, como patatas, fritas, cacahuetes, chorizo, o sardinillas con los que acompañar el trago de sidra. Es un buen lugar para comidas y cenas de grupo. 
Nuestra recomendación particular es pasarse por allí después de haber disfrutado de Talasoponiente. 


Sanz Crespo, 15.

-San Bernardo IV:

Situada en la calle San Bernardo, antes de llegar a la plaza del Ayuntamiento, es un local de toda la vida en el que hemos reparado recientemente. 


Tiene un menú del día por 15 euros que incluye cuatro primeros y cuatro segundos que está muy bien, y en el que no faltan la fabada, la paella de marisco, entrecot, solomillo … Además, tiene ofertas como rabas y botella de sidra en barra por 6 euros, o cachopo por 10.


San Bernardo, 4.

-La Mar de Vinos (Casa Oskarin):

En el barrio de Cimadevilla, esta pequeña taberna ofrece tostas y tapas que combina con las tradicionales viandas asturianas. 


La sidra es un poco más cara que en otros locales pero tienes la posibilidad de servírtela con el ‘isidrín’, invento muy útil para los que carecen de habilidad al escanciar. Está adquiriendo mucha fama por la calidad de su menús.

Calle Escultor Sebastián Miranda.

-La Tabacalera:

Es otro de los clásicos. En la plaza de la Tabacalera de Cimadevilla. Antaño lugar de mucho ambiente hoy venido a menos pero que conserva sus grupos y cuadrillas bebiendo sus botellas de sidra. 


Tiene dos plantas y terraza. En su carta dispone de todos los platos tradicionales asturianos pero destaca por sus sartenes de huevos con jamón, morcilla, o picadillo y como no, por su cachopo XXL de cecina y queso de cabra acompañado de patatas fritas caseras. 


Toda una experiencia el enfrentarse a semejante plato. Se recomienda ir en grupo para poder compartir varias de sus especialidades. 


Por si nuestra recomendación no fuera suficiente, que no tiene porqué serlo, aquí os dejamos un vídeo de El Comidista donde analiza el fenómeno gastronómico en que se ha convertido el cachopo. El lugar que elige para meterse uno entre pecho y espalda es, como no, La Tabacalera.



Sidrería La Tabacalera
Calle Vicaría, 20.

Seguro que en próximos viajes a Gijón podemos incluir otras sidrerías que vayamos descubriendo. También admitimos vuestras sugerencias. 

lunes, 6 de noviembre de 2017

Dando la brasa, a mover el bigote

Habíamos estado el día que lo inauguraron y se puede decir que no habíamos vuelto entrar. Quizá algún día a tomar una cerveza pero sin más. Habíamos oído buenas críticas de gente que había estado comiendo o cenando pero no nos decidíamos a sentarnos a comer. Y eso que se ha erigido en uno de los iconos de la transformación de Bilbao La Vieja. O quizá por eso. Hasta que decidimos dar el paso y probar el menú del Dando la Brasa del que tan buenas referencias teníamos.

Sabíamos que practican lo que se conoce como cocina nikkei, una cocina que fusiona la gastronomía japonesa y peruana. Ofrece un menú del día por 14,50 euros en el que se pueden elegir dos platos de la carta y un postre, más una copa de vino, agua o refresco.


Se trata en todos los casos de platos muy elaborados, muy bien cocinados y con una presentación muy atractiva, nada que ver con los menús del día tradicionales. Estábamos tres personas y quisimos probar la mayor cantidad de platos posibles, así que pedimos cosas distintas para compartir.

Primeros:


-Totopos caseros, confundido de kesos, chipotle y guacamole.


Nos dijeron que serían una especia de nachos caseros y resultaron ser crujientes de yuca, plátano macho y boniato. Dorados y fritos, sobre una cama de queso fundido y con guacamole y chipotle para untar. El queso era abundante aunque se quedó frío pronto.


-Milanesitas de pato, ají amarillo y crunchy de polenta.


Filetitos de carne de pato empanados, presentados sobre una base de polenta crujiente, mayonesa de ají amarillo y una pipeta con una crema de wasabi para añadir al gusto un toque picante.


-Mini verduritas a la brasa, muzzarella de búfalla, con pesto de kikos y cenia de sésamo.


Verduras a la plancha, que incluían espárragos trigueros, zanahorisa, brócoli, coliflor, maíz enano y mozzarella, aliñado con un pesto de maíz tostado y sésamo. Muy bien cocinadas, con un punto de asado que permitía disfrutar de todo su sabor y de una textura interesante.


Segundos:


-Black cod marinado en miso, láminas voladoras de bonito ahumado y mini zanahorias.


Es uno de los platos estrella del local y con razón. Pese al nombre, black cod, bacalao negro, no pertenece a la familia del bacalao. Se trata un pescado de carne suave y blanca cuyas lascas se separan con facilidad. El marinado en miso le confiere un sabor intenso. Las láminas de bonito ahumado, tan finas como el papel, parecían querer salir volando del plato, que venía completado con mini zanahorias cocidas y algas de un verde intenso que potenciaban aún más su sabor marino.


-Tataki de atún rojo con quinoa, aire de soja, mini calabacines y huevas de pez volador.


Generosos trozos de atún rojo que conservaba la intensidad del color de su carne por dentro y la costra tostada del exterior. La quinoa, también tostada, aportaba un toque interesante al pescado, que veía potenciado su sabor con la espuma de soja. Las huevas de pez volador, de un rojo llamativo, también aportaban su toque marino.


-Vacío de ternera, trigueros, quinoa y chips de plátano macho. (parte baja de la costilla donde no hay hueso).


Dos tacos de vacío, un corte de carne argentino que se corresponde con la parte baja de la costilla, que resultó ser lo menos sorprendente de la comida. La carne resultó seca y un tanto dura. No cumplió las expectativas creadas por el resto de platos.


Postre:


-Mango, papaya, yogur griego, coco y peta zetas.


Un postre que combina la frescura de la fruta, con la cremosidad del yogur y la sorpresa de los peta zetas explotando en la boca. Boom!


-Alfajores de dulce de leche, higo y barquillo.


Los alfajores rellenos de dulce de leche te incitan a comer uno tras otro.